domingo, 16 de febrero de 2014

Cuesta tanto mirarse en un espejo.


Foto by: Michael Tsegaye

Cuando uno termina contra el tiempo,
acorralado, 
henchido de carcoma dolorosa
sin piel y sin respuestas
desnudo de esperanza, 
sin razones de más para el rescate,
cuesta tanto mirarse en un espejo.

Cuando grita hasta muerte la mirada
y se clavan los uñas en las manos
de arañarse,
o las sienes se cubren de cenizas
cuesta tanto mirarse en un espejo.

Cuando niega lo boca lo que dice
o los ojos se cierran por olvido
cuando nunca ya es nunca irreverente 
y vivir no es vivir, si no vivido,
cuesta tanto mirarse en un espejo.

Cuando surcan la frente mil arrugas
o los dedos se vuelven taciturnos,
cuando mientes fingiendo que no es frío
lo que notas a fuerza de saberte,
cuesta tanto mirarse en un espejo.

Cuándo el alba se masca entre los dientes
o la noche es un vomito de olvido,
cuando viejo te sientes de repente
y sabes que el final esta ahí mismo,
cuesta tanto mirarse en un espejo.

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