Son treinta puertas cubiertas por lienzos blancos
treinta labios entreabiertos.
Miradas son, que invitan a la entrega a cambio de dos horas de salario.
Bajo los lienzos
lujuria
en la caricia exótica.
La puertas, ya cerradas,
nucas desnudas,
manos que santifican,
palabras que queman
a golpe de lenguas,
dedos que amenazan
como navajas en la garganta,
pupilas desmedidas
pestañas blasfemas
miradas parlantes
muslos de nácar
caderas de muerte
oración que culmina sobre un pecho bramando:
¡vida!
Silencio después
silencio húmedo
de sangre en la nariz.
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